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Charles Jenks y el nuevo paradigma en arquitectura

miércoles, 11 de abril de 2007

Charles Jenks y el nuevo paradigma en arquitectura

Publicado en el Boletín Informativo Nro. 49 de Revista Ambiente.

Nikos Salingaros


Traducción: Arq. Sebastian D'Andrea, de Buenos Aires.


Cuando Charles Jenks proclama a la arquitectura de Peter Eisenman, Frank Gehry, y Daniel Libeskind como “El Nuevo Paradigma en Arquitectura”, sólo busca promocionar a esta elite de famosos. Supuestamente sus obras están basadas en las leyes de las Nuevas Ciencias, como la complejidad, los fractales, los procesos emergentes, la auto-organización y la similaridad. Salingaros desaprueba esta afirmación y demuestra que Jenks se basa en malos entendidos elementales. Hay un Nuevo Paradigma en arquitectura, y está indudablemente basado en las Nuevas Ciencias, pero no incluye al deconstructivismo, sino a la arquitectura innovadora y humana de Christopher Alexander, la arquitectura tradicionalmente humana de Léon Krier y más, mucho más.

En un reciente artículo, Charles Jencks, el conocido crítico de arquitectura, proclamó “El Nuevo Paradigma en Arquitectura”. Esto se dio a conocer en un discurso presentado al Real Instituto Británico de Arquitectos, en Londres, el 11 de junio de 2002. Según Jencks, el nuevo paradigma consiste en edificios deconstructivistas, tipificado por el museo Guggenheim para las artes modernas en Bilbao, España, de Frank Gehry e incluye otros trabajos y proyectos de Peter Eisenman, Daniel Libeskind y Zaha Hadid. Jencks acaba de corregir su popular libro “El lenguaje de la arquitectura postmoderna” y ambiciosamente le ha cambiado el nombre para reflejar la nota publicada.

Jencks basa su propuesta del nuevo paradigma en lo que él cree que son fundamentos teóricos para los edificios que él premia. Dice que estos edificios surgen y pueden ser entendidos a partir de las aplicaciones de la nueva ciencia; concretamente, la teoría de la complejidad, sistemas auto-organizables, fractales, dinámicas no-lineales, surgimiento y similaridad. En mi propio trabajo he utilizado resultados de la ciencia y las matemáticas para demostrar que la arquitectura vernácula y clásica satisfacen las reglas estructurales que coinciden con la nueva ciencia. La arquitectura de Christopher Alexander se apoya precisamente sobre la misma nueva ciencia, y crucialmente, Alexander es también un científico.




Jencks se hizo famoso gracias a la observación de que el modernismo había concluido, publicada en la primera edición de “El lenguaje de la arquitectura posmoderna”. Basando su anuncio en la demolición (por parte de agencias gubernamentales) del premiado conjunto de viviendas Pruitt-Igoe en Saint Louis, Missouri, del arquitecto Minoru Yamasaki, en 1972. Si tuviésemos en cuenta la cantidad enorme de edificios modernos construidos desde entonces, podríamos decir que la determinante aseveración hecha por Jencks no se ha cumplido. Por otro lado, Michael Mehaffy y yo, hemos hecho una predicción de alguna manera tardía del fin de la modernidad derivada de la demolición de otro edificio de Yamasaki en 2001 (por terroristas de Al-Qaeda): las torres gemelas de Nueva York, el World Trade Center.


Considerando su fallido (o al menos, prematuro) anuncio acerca del fin de la modernidad, nuestro gran escepticismo ante este nuevo de Jencks está plenamente justificado. Él argumenta acerca de un nuevo paradigma con las características opuestas a las de una estructura viviente. Eso no es lo que uno espera acerca de la nueva ciencia, la cual ayuda a explicar las formas biológicas. Intentar tener una perspectiva de esta contradicción lo lleva a uno ante un extraño brebaje de confusos conceptos y declaraciones. Demostraré que Jencks no provee una base teorética que sostenga su anuncio de un nuevo paradigma. Una arquitectura que provenga de la nueva ciencia representa la antítesis de los edificios deconstructivistas elogiados por Jencks. Claramente, no podemos tener estilos totalmente opuestos o contradictorios surgiendo de la misma base teórica.


Antecedentes científicos de las partes


Antes de entrar de lleno en el asunto
, necesito revisar los antecedentes científicos de las partes involucradas. ¿Hay algún experto científico que pueda validar los argumentos de Jencks? Jencks admite no ser un científico, pero considerando el porte de su proclama y que eventualmente podría determinar cómo se ve el mundo, seguramente ha de necesitar apoyo profesional. Por otro lado, tenemos a Christopher Alexander, quien estudió matemática y física en Cambridge. Alexander participó en las primeras conferencias sobre sistemas complejos junto con el autor de esta idea, Herbert Simon. El Instituto Americano de Arquitectos lo galardonó con la medalla de oro en 1972 por su trabajo en matemáticas en “Notas sobre la síntesis de la forma”.


Alexander ha utilizado consistentemente métodos científicos en arquitectura y en su último trabajo, en el cual resume treinta años de esfuerzo y que se llama “La naturaleza del orden”, directamente se aparta de su entrenamiento científico. Muchos arquitectos no saben que Alexander es considerado un visionario teórico en las ciencias de la computación de hoy en día por los conceptos originalmente desarrollados en “Un lenguaje de patrones”. Uno de los más grandes científicos en computación del mundo, Richard Gabriel, dice que del próximo libro a publicarse de Alexander, “La naturaleza del orden”, el volumen 2 sólo podría cambiar todo el campo de las ciencias de la computación. Esto es así porque, más que aplicar la teoría de la complejidad solamente en la arquitectura, Alexander ha desarrollado resultados fundamentales dentro de la teoría de la complejidad misma.


Como científico interesado en la arquitectura, no juego un rol cualquiera en esto. Conozco el trabajo de Alexander íntimamente, a quien he ayudado en la edición de “La naturaleza del orden” durante los últimos veinte años. Su perspectiva ha inspirado e influenciado mi propia investigación sobre la arquitectura. En los momentos en los que necesité de colaboradores para notas de arquitectura o urbanismo, me incliné más frecuentemente a elegir como coautores a científicos o matemáticos, muchos de ellos verdaderas eminencias. El trabajo de Alexander es una parte importante e integral de la nueva ciencia. Nuestras contribuciones a la arquitectura son una extensión de la ciencia dentro del campo arquitectónico, más allá de las meras analogías científicas. Los deconstructivistas son todos externos a la ciencia y, a pesar de lo que digan, no se acercan en absoluto a establecer un vínculo con la nueva ciencia.

En su lugar, los arquitectos deconstructivistas se apoyan en los filósofos deconstructivistas franceses. Aquí tenemos dos problemas monumentales: (i) la deconstrucción es ferozmente anti-ciencia, dado que su intención declarada es la de reemplazar y finalmente eliminar el pensamiento científico; y (ii) la lógica espuria de los filósofos deconstructivistas franceses fue expuesta con devastadores efectos por dos físicos, Alan Sokal y Jean Bricmont: “Demostramos que famosos intelectuales como Lacan, Kristeva, Irigaray, Baudrillard y Deleuze han abusado repetidamente de términos y conceptos científicos: bien usando ideas científicas totalmente fuera de contexto sin dar la más mínima justificación,o bien utilizando una jerga científica ante sus lectores no-científicos sin tener cuidado de su relevancia o aún de su significado”.

¿Cómo podemos aceptar entonces argumentos acerca de un nuevo paradigma en arquitectura basado en la ciencia si es que están esgrimidos por charlatanes que se auto proclaman anti-ciencia? Una investigación crítica acerca de la influencia penetrante y destructiva del pensamiento anti-científico en la cultura contemporánea se está llevando a cabo en lo que se conoce como “La guerra de las ciencias”.

Copia superficial vs. Procesos fundamentales (2)


Parece haber una confusión básica en el discurso arquitectónico contemporáneo
entre procesos y apariencias finales. Los científicos estudian cómo las formas complejas surgen de procesos que son guiados por el crecimiento fractal, el surgimiento, la adaptación y la auto-organización. Todo esto actúa por un motivo. Jencks y los arquitectos deconstructivistas, por otro lado, ven sólo el resultado final de esos procesos e imponen esas imágenes a los edificios [11]. Pero esto es frívolo y sin razón. Podrían igualmente tomar imágenes de otra disciplina, puesto que esta aplicación superficial no tiene nada que ver con la ciencia.


Para mayor confusión, Jencks insiste en hablar de la cosmogénesis como de un proceso en continuo despliegue, un proceso emergente que va alcanzando siempre nuevos niveles de auto-organización. Esta es una descripción absolutamente correcta acerca de cómo surgen las formas en el universo y es precisamente lo que alcanzó a comprender Christopher Alexander a lo largo de su vida [4]. Cualquier atisbo de entendimiento por parte de Jencks de estos procesos se ve enturbiado cuando presenta el trabajo de Eisenman y Libeskind como ejemplos de la aplicación de estas ideas de emergencia en los edificios. Ninguno de estos edificios surge como resultado del despliegue, sino que representan en su lugar la excepción, formas tan desagregadas que ningún proceso generativo pudo nunca haberles dado origen.


Parece ser que los edificios deconstructivistas que tanto le gustan a Jencks son productos intencionales de la interrupción de los procesos de continuo despliegue. Habitan los límites externos del diseño del espacio arquitectónico, el cual no puede ser alcanzado a través de la evolución natural. Tenemos aquí un ejemplo interesante de manipulación genética. Al igual que en los casos análogos donde el desarrollo embrionario es saboteado, bien por medio del daño del ADN o bien por medio de químicos teratogénicos en el entorno, el resultado es una casualidad azarosa muchas veces disfuncional. ¿Deberíamos considerar a esos edificios como rarezas, monstruos y mutantes del universo arquitectónico? ¿No ha quedado fascinada la gente con los monstruos y con lo inhumano como parte de un entretenimiento efímero a lo largo de la historia conocida?


La clave aquí es la adaptación. He observado cómo es que actúan los procesos darwinianos en los distintos niveles de la arquitectura [3]. Un proceso de diseño que genera algo como un edificio deconstructivista debe tener un criterio selectivo muy especial. Nadie ha explicado ese criterio todavía. Lo que es obvio, de todos modos, es que no se adaptan a las necesidades humanas y que en su lugar están gobernados por inquietudes estrictamente formales. Algunos factores responsables del alto grado de desorganizada complejidad en esos edificios son: (i) una intencionada ruptura con la arquitectura tradicional de toda clase; (ii) una expresión de desequilibrio y de azar geométrico; y (iii) argumentos irónicos o “bromas”. Al intentar evitar esa región del diseño del espacio habitado por las soluciones tradicionales, las cuales son flexibles, uno se ve empujado hacia formas novedosas pero poco adaptables.


Fractales y formas rotas


Al emplear términos científicos de una manera tan liviana
, Jencks menoscaba su credibilidad científica. Como ejemplo, él habla de “veintiséis formas florales similares” usadas por Gehry en el Museo de Bilbao [1]. Según mi opinión, no hay formas similares utilizadas en ese edificio. Se supone que se asemejan a flores, pero no lo hacen, puesto que las flores se adaptan a funciones específicas al desarrollar color, textura y forma, todo dentro de una coherencia total que está ausente aquí. Hay una diferencia tremenda entre una apreciación meramente visual de los fractales y una apreciación funcional [11]. El Guggenheim es metálico y desarticulado, nada más lejano a una flor. Jencks se refiere a estas formas no-similares como “fractales fluidos”. No tengo idea de lo que este término significa, puesto que no es usado en matemáticas. Un tercer término que él utiliza para las mismas figuras es el de “curvas fractales”. Nuevamente, esas curvas perfectamente suaves no son fractales.









Me sentí confundido al leer un capítulo entero del libro de Jencks [2] titulado “Arquitectura fractal” en el cual no hay ni un solo fractal (siendo las únicas posibles excepciones los azulejos decorativos). Sólo puedo concluir que Jencks está empleando mal la palabra “fractal” para significar “roto” o “dentado”, aunque se refiere al trabajo de Benoît Mandelbrot, aparentemente ha errado la idea central de los fractales, la cual trata de una periodicidad que genera una jerarquía anidada de conexiones internas. Una línea fractal es una estructura de un grano extremadamente fino. No es algo que simplemente zigzaguea; está interrumpido en todas las escalas (o sea, en cada magnificación) y en ningún lado es suave. Jencks mismo admite que: “La intención no es tanto crear fractales en sí, sino responder a estas fuerzas y darles expresión dinámica” [2]. ¿Qué quiere decir esto? Él se refiere a un edificio que tiene un patrón superficial basado en los bloques de Penrose y los llama “fractales exuberantes” [2]. Sin embargo, el patrón a-periódico de Penrose existe precisamente en una sola escala y es debido a esto que no es fractal.

Jencks trata con admiración los proyectos irrealizados de Peter Eisenman, los cuales estarían, según ellos, basados en fractales. Pero luego, Jencks agrega reveladoramente: “Parece ser que Eisenman toma sus préstamos de la ciencia seriamente sólo a medias” [1]. La ciencia, de cualquier modo, no puede ser tomada seriamente a medias; sólo se puede suponer que estamos tratando con un entendimiento superficial de conceptos científicos que habilita a cualquiera a tratar verdades fundamentales tan livianamente. Jencks cita al edificio de Eisenman para la Universidad de Cincinnati como ejemplo de lo que él propone como el nuevo paradigma en arquitectura. A pesar de todo, desde la perspectiva de un matemático, no hay una estructura evidente que demuestre los conceptos esenciales de la similaridad, auto-organización, estructura fractal o surgimiento. Sólo encuentro un desorden intencionado

Surgimiento vs. Reconstrucción (3)


Tal como es admitido por sus practicantes
, la de(con)strucción apunta a deshacer la forma, degradar conexiones, simetrías y coherencias. Esto es exactamente lo opuesto de la auto-organización en los sistemas complejos, un proceso que construye las redes internas a través de la conectividad. Una energía adicional de enlace es necesaria para mantener a los componentes juntos. La morfogénesis natural une la materia estableciendo múltiples conexiones a diferentes escalas e incrementando la coherencia global de todo el sistema; por el contrario, la deconstrucción deshace todo esto, simulando la decadencia y la desintegración de la forma. Por esta razón, los edificios deconstructivistas recuerdan a los severos daños estructurales como la dislocación, los desgarros internos y a la desintegración sufridos luego de un huracán, un terremoto, una explosión interna o (en un aterrador juego con el destino) una guerra nuclear.


Los sistemas complejos son irreducibles, en el sentido que representan mucho más que la suma de sus partes. La red de conexiones que mantiene unidos a sus componentes establece la crucial estructura organizacional que hace que el sistema funcione. Un sistema complejo no puede ser entendido observando a cada componente por separado, y la separación en componentes lo destruye. La palabra “surgimiento” es utilizada para denotar esta propiedad. Cuando los componentes se unen para formar un sistema complejo, surgen propiedades que no pueden ser explicadas salvo al hacer referencia al funcionamiento del todo. Es en realidad la conectividad la que dirige al sistema: con el objeto de crear un todo, las conexiones crecen y se proliferan, utilizando a los componentes y aferrando nodos que forman una red coherente.


La arquitectura y el urbanismo son ejemplos primarios de campos con fenómenos emergentes. Las ciudades y los edificios con vida tienen esta propiedad de increíble interconexión, que no puede ser reducida a los componentes del edificio o del diseño [3]. Cada componente, desde los grandes elementos estructurales, hasta el más pequeño ornamento, se une en una coherencia global que crea un todo mucho más vasto. Los edificios deconstructivistas, sin embargo, muestran la característica opuesta, donde cada componente degrada al todo en lugar de intensificarlo. Esto es fácil de ver. ¿Intensifica una pieza estructural a las que están alrededor? ¿Disminuye la coherencia total si se la quita de su lugar? La respuesta es sí en una gran catedral, pero no en un edificio deconstructivista. Creo que todos estarán de acuerdo conmigo con que cada porción de los edificios deconstructivistas que hoy en día están de moda, menoscaba y entra en conflicto con todas las demás porciones, lo cual es lo opuesto del surgimiento.

El verdadero nuevo paradigma


Stephen Grabow publicó en 1983 un libro titulado “Christopher Alexander
: La Búsqueda de un Nuevo Paradigma en Arquitectura” [12]. Este anterior nuevo paradigma se refería a la arquitectura de Alexander y sus colegas, desarrollada a partir del método de diseño del Lenguaje de Patrones que fue presentado por primera vez en 1977 [7]. Este movimiento arquitectónico buscaba aplicar métodos científicos al problema de la forma arquitectónica, creyendo que la arquitectura más humana es aquella que antes que nada se adapta a las necesidades del hombre.


Esto incluye estilos que son visual y estructuralmente opuestos a los que Jencks propuso veinte años más tarde. Jencks nunca menciona esto, a pesar que conoce el trabajo de Alexander.

Antes de proclamar un nuevo paradigma en arquitectura, es necesario demostrar que se está ofreciendo un discurso arquitectónico drásticamente renovado. Me parece que aquí, Stephen Grabow hizo un excelente trabajo al explicar cómo la obra de Christopher Alexander unifica todo lo que en la arquitectura —lo nuevo y lo tradicional — posee cualidades humanas en común [3]. “Lo que distingue su trabajo del de sus predecesores arquitectónicos es el sistema lingüístico y matemático sin precedentes que ha construido alrededor de las viejas ideas que diferencian el espacio con el objeto de crear un nuevo tipo de edificio” [12]. Mi propia investigación nos permite apreciar la arquitectura tradicional, no por sus ventajas históricas o estéticas meramente, sino como resultado de su complejidad matemática [3]. Las tradiciones constructivas de todo el mundo y de todos los períodos pre-modernos de la historia, comparten una estructura matemática común y esencial.


Un cambio paradigmático ocurre en la ciencia cuando una descripción de la naturaleza o una explicación de un fenómeno particular acarrean una revisión drástica. Más que un simple reemplazo de teorías, un cambio paradigmático implica una manera totalmente nueva de ver el mundo [13]. Estamos comenzando a comprender que la coherencia estructural es una cooperación entre diferentes componentes formales de un edificio y entre edificios de una misma ciudad. La ciudad es un fenómeno emergente, conecta fuerzas y redes en cada diferente escala. Un edificio es en sí mismo un resultado coherente de elementos cooperando en muchas diferentes escalas, desde una dimensión global hasta los ornamentos y detalles en los materiales [3]. El verdadero nuevo paradigma en arquitectura está contenido en el método para comprender y generar complejidad desarrollado por Alexander [4].


Un motivo por el cual este nuevo paradigma no fue adoptado es porque produce edificios emocionalmente confortables. Los arquitectos tradicionales como Léon Krier y otros han estado usando métodos atemporales para organizar la complejidad y atribuyen sus resultados al conocimiento heredado del pasado.


Es sólo recientemente que hemos logrado unificar dos tradiciones dispares: (i) ramas de varias arquitecturas que evolucionaron a lo largo de milenios y (ii) reglas teóricas para una arquitectura derivadas de un entendimiento de la naturaleza mucho más avanzado [3]. El nuevo paradigma es un entendimiento revolucionario de la forma, siendo que las formas mismas tienden a verse familiares precisamente porque se adaptan a las sensibilidades humanas. Muchos arquitectos, por otro lado, erróneamente esperaban que el nuevo paradigma generara formas extrañas e inesperadas, por lo que fueron engañados por los deconstructivistas.


Irónicamente, la primera edición del altamente influyente libro de Jencks, “El lenguaje de la arquitectura posmoderna”, coincidió con la publicación de “Un lenguaje de patrones” [7]. Las ideas subyacentes en los dos nuevos paradigmas en competencia llevan 25 años de historia. Las nociones confusas e incoherentes de los posmodernistas fracasaron al intentar desplazar las sensibilidades humanas arquitectónicas y urbanas a lo largo de un cuarto de siglo, y de la misma manera, fallaron al intentar derribar a un modernismo fuertemente afirmado. Ahora, los tiempos han madurado finalmente para que un importante desarrollo arquitectónico tenga lugar. Puesto que creo que el modernismo finalizó en 2001 [5] (y no en 1972, como sostiene Jencks [2]), estamos ahora viendo cómo el nuevo paradigma toma su lugar en nuestra civilización.

Postmodernismo y reconstrucción (4)


Los edificios modernos, posmodernos y deconstructivistas se distinguen por su bajo grado de complejidad organizada
[3]. Los edificios que Jencks prefiere tienen todos un alto grado de complejidad desorganizada. Se llega a esta cualidad a través de métodos de diseño mencionados previamente. Se puede también incluir el uso de materiales high-tech para un cierto efecto, el cual es cuidadosamente manipulado para lograr un impacto psicológico negativo en el usuario. Esta última característica está muy bien expresada por Jencks mismo cuando describe un edificio paradigmático: “Se trata de un frenesí amenazante destinado, como en algunas de las obras de Eisenman, a desestabilizar al observador...” [2]. No creo que nadie vaya a considerar que la complejidad desorganizada como tema común, es base suficiente para anunciar un nuevo paradigma.

Jencks quisiera hacernos creer que el viejo paradigma arquitectónico (el modernismo) ha sido — o está siendo — desplazado por un nuevo paradigma definido por los ejemplos de los edificios con los que ilustra su libro [2]. Esta primera presunción ya es problemática, puesto que mucha gente alrededor del mundo nunca aceptó al modernismo como paradigma arquitectónico. Yendo a lo dicho por Jencks, si se considera la cantidad de estilos de los que se supone que consiste el postmodernismo, es muy difícil ver alguna idea arquitectónica unificadora en ese contradictorio conjunto de trabajos. Más aún, el modernismo (dejando de lado su fundamental incapacidad para acomodar las actividades humanas) fue un estilo intelectualmente mucho más compacto que el postmodernismo o la deconstrucción. El shock se encuentra definitivamente en los estilos más nuevos (intencionadamente), ¿pero qué pasa con una concepción renovada de las estructuras?.


Jencks busca un tópico unificador con el objeto de poder declarar un nuevo paradigma arquitectónico, el cual incluiría de algún modo a todos los edificios que siempre ha defendido desde la primera edición de su libro [2]. Eso envolvería prolijamente y ayudaría a salvar la idea de que la arquitectura postmoderna es una entidad definida, algo que se ha derrumbado (o, de acuerdo a algunos, siempre ha sido un mito). Al decir que los edificios con los que ilustra su libro están relacionados con la nueva ciencia — lo que queda demostrado que no es cierto — lo que está haciendo en realidad es enlazar una moda con otra. Lo que es conocido como “la nueva ciencia” es simplemente una colección de resultados científicos que casualmente han sido conocidos por el público sólo recientemente a través de la prensa y los medios científicos populares


Ciencia, tecnología y materiales


Jencks y los arquitectos deconstructivistas aman ciertos edificios
. Ellos provocan un estremecimiento a partir de sus creaciones y eso no puedo negarlo. De cualquier modo, sí sospecho de una confusión básica entre ciencia y tecnología. El uso de avanzadas herramientas informáticas de modelización para el diseño y la producción lleva a algunos a una satisfacción intelectual y Jencks señala este factor como uno de los puntos notorios del nuevo paradigma que promulga. También hay una especie de fetichismo hacia los materiales high-tech. Los no-científicos notoriamente confunden a la ciencia con sus aplicaciones específicas. Esto es peligroso porque, mientras que la ciencia nos da una comprensión del mundo físico, la tecnología es meramente una herramienta que puede ser aplicada tanto para crear como para destruir [5].


Stephen Grabow resumió correctamente este error conceptual: “La imagen popular de la arquitectura del futuro— las fantasías espaciales de Hollywood, las tiras cómicas y la ciencia ficción — es básicamente incorrecta, un maltrato a la ciencia. Una teoría verdaderamente científica (opuesta a una tecnológica) de la arquitectura estaría mucho más involucrada con la apertura del proceso creativo que produce los edificios en lugar de ocuparse de la aplicación de las tecnologías científicas sobre los edificios ya producidos” [12]. Jencks sugiere que deberíamos emocionarnos porque el programa de computación que se utiliza para diseñar los aviones de caza franceses es el mismo que se aplicó para modelar el Guggenheim de Bilbao.




También se espera que valoremos las burbujas (las cuales imitan los ectoplasmas de los espiritualistas del siglo XIX) como formas arquitectónicas relevantes simplemente porque son generadas por computadora.


Esta fascinación con la tecnología es heredada de los arquitectos modernos, quienes la mal interpretaron terriblemente. Cuando la tecnología es suficientemente poderosa, se puede llegar a pensar equivocadamente que la ciencia subyacente puede ser totalmente ignorada. Las personas más informadas saben que se puede modelar cualquier figura en una computadora; no es muy distinto que bocetar con lápiz y papel. Sólo porque algo es creado en una computadora no lo valida, sin importar la complejidad del programa que se usa para producirlo. Nos tenemos que preguntar: ¿cuáles son los procesos generativos que producen esta forma, son relevantes para la arquitectura?


Estamos ahora ante el umbral de una revolución del diseño, en la que las reglas generativas pueden ser programadas para evolucionar electrónicamente y luego cortar los materiales directamente. Existe un potencial extraordinario para el diseño computarizado y para la producción de edificios. Los arquitectos como Frank Gehry hacen eso con el software disponible, pero por ahora, ningún arquitecto de los que están de moda sabe acerca de las reglas fundamentales que dan origen a una estructura viviente. Algunos de nosotros, siguiendo la guía de Alexander, estamos descubriendo esas reglas y finalmente esperamos poder programarlas. Otros, trabajando dentro de la arquitectura tradicional, siempre han conocido estas reglas; ahora están listos para generalizarlas más allá de cualquier estilo específico.


Cuando las reglas científicas de la arquitectura sean universalmente adoptadas, los productos sorprenderán a todos por su innovación combinada con un intenso nivel de vida no vista en los últimos cien años.


En lo que respecta a los materiales, no hay nada de malo con el high-tech cuando es usado dentro de un contexto que crea una arquitectura que conecte con las sensibilidades humanas. En general, los materiales mismos afectan la naturaleza de las reglas generativas, puesto que las propiedades superficiales definen la escala más pequeña de la jerarquía estructural de un edificio. La naturaleza de los materiales ofrece, a través de sus diferentes características y propiedades, un rango de distintas posibilidades generativas dentro de la totalidad del proceso arquitectónico. La arquitectura del futuro empleará todos los materiales disponibles en su lugar apropiado. Al usar exclusivamente materiales high-tech, se define una arquitectura que constriñe la variedad de reglas generativas, algo que no es generalmente entendido hoy en día.

Promoviendo agendas arquitectónicas (5)


Mucho de lo que sostengo ya ha sido dicho por los críticos de la deconstrucción
. Y aún así, al igual que algunos monstruos míticos, los edificios deconstructivistas se esparcen por todo el mundo. Sus clientes son poderosos individuos, corporaciones, fundaciones y gobiernos que quieren absolutamente uno de estos edificios como símbolo de status. La publicidad alrededor de la deconstrucción refuerza una imagen comercialmente atractiva. Admito que los confusos intentos de justificación teórica — que emplean azarosamente términos y conceptos científicos — han tenido éxito al validar este estilo a ojos del público. Al parecer, hay algo que claramente está trabajando para publicitar la deconstrucción y los esfuerzos de Jencks están dirigidos en esa dirección.


Se supone que un cambio paradigmático debe alcanzar la unificación, no la separación a la que apunta Jencks. Al dividir inicialmente a la arquitectura en modernismo y postmodernismo, todo lo demás resulta ser irrelevante. Cuando los deconstructivistas eventualmente reaccionen dentro de esta falsa dualidad, regresarán al modernismo de la Bauhaus. ¿Qué pasa con la vasta mayoría de los edificios del mundo? ¿Explica el paradigma arquitectónico propuesto por Jencks cómo encaja la arquitectura tradicional dentro del gran esquema? No, en realidad, él acentúa la polarización al proclamar una fundamental discontinuidad en la sociedad misma, lo cual encaja convenientemente con su elección arquitectónica: “Si realmente hubiese un nuevo paradigma o algún cambio en la forma de pensar en cualquier campo como la arquitectura, entonces obviamente provendría de un cambio cultural más amplio, un cambio de visión en la religión, probablemente en la política y ciertamente en la ciencia” [2].



Me molesta particularmente este intento de utilizar la religión con el objeto de promover un discurso arquitectónico. Jencks dice que “Por un lado, hay un deterioro de las formaciones culturales previas. El cristianismo y el modernismo, las dos cosmovisiones vigentes... sólo persisten” [2]. “El post-cristianismo y el tardo-modernismo tal vez subsistan por otros cien años...” [1]. No quiero hacer comentarios sobre estas declaraciones, pero quisiera conocer la reacción de billones de personas religiosamente devotas — cristianos y otros de alrededor del mundo — que no sólo son arrumbados bruscamente, sino que para peor, son puestos en la misma categoría que los arquitectos modernos anti-religiosos.


Jencks mantiene una posición filosófica elegante, la cual explica la descompuesta y fragmentada arquitectura al decir que es la sociedad la que se descompone y se fragmenta. Esto es tan pesimista como hueco y es lo opuesto de lo que describe la nueva ciencia. La escuela filosófica flamenca contemporánea desbanca semejantes sentimientos nihilistas: “Nuestra opinión es que no se puede sobrepasar al modernismo negando simplemente sus ideales, como cierta interpretación del postmodernismo quiere hacernos creer. El resultado sería una evolución hacia un mundo completamente fragmentado, sin ningún propósito ni sentido de dirección. Por el contrario, creemos que el ideal de una humanidad libre y racional no está muerto, pero aún no se ha realizado” [14].


Al elegir al deconstructivismo e ignorar al resto, Jencks casualmente aparta su preferencia estilística de la herencia arquitectónica de cuatro mil años con la que cuenta la humanidad. Al seleccionar unos pocos edificios de moda como modelos a seguir, otros estilos quedan signados a formar parte del montón de basura de la historia. La extrema estrechez de la reciente propuesta de Jencks sirve para imponer sus prejuicios formales sobre los demás. Jencks hace una increíble predicción para el deconstructivismo: “¿Producirá un ambiente más jovial, sensual y articulado que antes? Ya lo creo” [2]. Luego del precedente análisis acerca de cómo las formas deconstructivistas se apoyan en el azar y en la fragmentación y en la negación de las tradicionales necesidades emocionales, esta afirmación es una sorpresa.


Todo cobra sentido cuando se ve puramente como una táctica para propagar una preferencia estilística. Esto se hizo ya una vez exitosamente en 1920 para introducir otro — así llamado — “nuevo paradigma”. Le Corbusier copió la última tecnología proveniente de los autos deportivos, aeroplanos, buques transatlánticos y silos de cereales para definir una nueva arquitectura. El truco consistió en crear formas que no se parecieran a nada conocido.


Alrededor de veinte años más tarde, Sigfried Giedion produjo una explicación voluminosa pero sin sentido acerca de por qué esta nueva arquitectura estaba basada en la nueva ciencia de esos días, la relatividad y el espacio-tiempo. Esta propaganda funcionó brillantemente. En la versión actualizada, los arquitectos deconstructivistas esperan que el mismo método vuelva a funcionar.


Conclusión
A los arquitectos de hoy se les dice que la nueva ciencia sostiene y provee bases teóricas para la arquitectura deconstructivista. Nada parece justificar este argumento. Por el contrario, creo que la evidencia demuestra que sí existe un nuevo paradigma en la arquitectura y que está apoyado por la nueva ciencia. Charles Jencks está en parte en lo cierto (aunque estrictamente por coincidencia, siendo que basa su nuevo paradigma en malos entendidos). La nueva ciencia lleva inexorablemente hacia un nuevo paradigma en la arquitectura. Sin embargo, este nuevo paradigma no incluye a la arquitectura deconstructivista. El nuevo paradigma abriga la innovadora y humana arquitectura de Christopher Alexander, a la tradicional y humana arquitectura de Léon Krier y más, mucho más.



Mikos Salingaros es profesor de matemáticas en la Universidad de Texas en San antonio, y posee un subsidio de la Fundación Sloan para estudiar las leyes científicas de la arquitectura

http://sphere.math.utsa.edu/sphere/salingar/



1. Charles Jencks (2002) “The New Paradigm in Architecture”, DATUTOP 22, pág. 13-23.
2. Charles Jencks (2002) “The New Paradigm in Architecture” (Yale University Press, New Haven).
3. Nikos A. Salingaros (2001) A Theory of Architecture, libro online disponible en http://sphere.math.utsa.edu/sphere/salingar/architecture.html
4. Christopher Alexander (2001) The Phenomenon of Life (Oxford University Press, New York) [The Nature of Order, Book One].
5. Michael Mehaffy y Nikos A. Salingaros (2001) “The End of the Modern World“, PLANetizen www.planetizen.com , aproximadamente 4 páginas; reimpreso por Open Democracy www.opendemocracy.net
6. Christopher Alexander (1964) “Notes on the Synthesis of Form” (Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts).
7. Christopher Alexander, Sara Ishikawa, Murray Silverstein, Max Jacobson, Ingrid Fiksdahl-King y Shlomo Angel (1977) A Pattern Language (Oxford University Press, New York).
Traducción al Castellano: Christopher Alexander, Un Lenguaje de Patrones: Ciudades, Edificios, Construcciones (G. Gili, Barcelona, 1980).
8. Richard Gabriel (1996) “Patterns of Software” (Oxford University Press, New York).
9. Alan Sokal y Jean Bricmont (1998) “Fashionable Nonsense” (Picador, New York) [Título europeo: Imposturas Intelectuales].
10. Richard Dawkins (1998) “Postmodernism Disrobed”, Nature 394, páginas 141-143.
11. Brian Hanson y Nikos A. Salingaros (2002) “Death, Life, and Libeskind“, Architectural Record Online - In the Cause of Architecture (February 2003), aproximadamente 10 páginas.
12. Stephen Grabow (1983) “Christopher Alexander: The Search of a New Paradigm in Architecture” (Oriel Press, Boston).
13. Thomas Kuhn (1970) “The Structure of Scientific Revolution”, 2nd. Edition (University of Chicago Press, Chicago).
14. Diederik Aerts, Leo Apostel, Bart De Moor, Staf Hellemans, Edel Maex, Hubert Van Belle y Jan Van der Veken (1994) “World Views: From Fragmentation to Integration” (VUB Press, Brussels).



fuente: http://www.arqchile.cl/jencks.htm

por ADR


texto en *.doc en correo taller.delrio.2007@gmail.com

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